Las riquezas de La Vega van más allá del verdor de sus campos o la frescura de sus ríos. Entre la abundancia de naturaleza, esta provincia cibaeña guarda grandes patrimonios históricos y culturales, dignos de la mayor promoción nacional e internacional.
Para muestra basta colocar la mirada sobre las ruinas de La Vega Vieja, donde Cristóbal Colón levantó el segundo asentamiento europeo del llamado “Nuevo Mundo”.
En el lugar pueden verse los restos del Fuerte de la Concepción, construido entre 1494 y 1502, para proteger el asentamiento y las dos fundiciones de oro que los españoles hacían cada año.
Allí también se realizaron los primeros bautizos y matrimonios de América, y se instaló un convento franciscano.
Un grupo de paleros toca una pieza festiva, mientras los guías, coordinados por el Ministerio de Cultura, anuncian otra parada de la ruta: el Santo Cerro.
El trayecto de pocos minutos en ascenso permite ver cómo los lugareños enriquecen el panorama con sonrisas, al tiempo que aprovechan la visita para ofertar arepas, jugos, artesanías y suvenires diversos.
“Es una cadena. Este tipo de turismo integra a la comunidad, y la hace partícipe de los beneficios económicos”, dice Tirso Cabral, miembro de la Asociación de Guías de Turismo de la República Dominicana. En su opinión, el Santuario Mariano es limpio y claro. Encima tiene al cielo azul, y debajo al Valle de la Vega Real.
Aquí Colón cortó parte de un árbol de níspero para hacer una cruz. Y también aquí la Virgen de Las Mercedes intercedió por los españoles durante un enfrentamiento con los indígenas, según la historia mezclada con el mito.
La búsqueda de valores culturales obliga a que el itinerario continúe en el casco histórico de la ciudad de La Vega. La Plaza Duarte, amenizada con diablos cojuelos y reseñas de las andanzas poéticas de Fabio Fiallo, da paso a la Catedral de la Inmaculada Concepción, inaugurada en 1992. Los guías dicen que los alrededores están marcados con edificios victorianos y republicanos, que una vez acogieron figuras presidenciales como Juan Bosch y Enrique García Godoy.
La “culta y carnavalesca” ciudad guarda la antigua casa de Trina de Moya, esposa de Horacio Vásquez; el palacio del ingeniero y aviador Zoilo Hermógenes García, levantado a principios del siglo XX; y otros atractivos arquitectónicos que no se pueden apreciar en una sola mañana.
La cama de Dios
El autobús se mueve a Jarabacoa. Y en pocos minutos se nota el cambio de clima. Lo árboles verdes y tupidos delimitan el trayecto hacia el municipio ubicado a 529 metros sobre el nivel del mar. En la entrada, a la altura del distrito municipal Buena Vista, el Colectivo Artístico Salamandra da la bienvenida con una muestra plástica recostada a la acera.
Los cuadros son una extensión de los campos y el espíritu de la gente del lugar. La artista Taty Hernández, la misma que organiza anualmente un encuentro de poesía en la montaña, asume como guía. Y comienza a contar los orígenes de la tierra en la que Dios viene descansar.
En el centro del pueblo hay una muestra de artesanía. Los vendedores saludan y conversan antes de hacer la oferta, que después congelan para sumarse a la fiesta improvisada en la glorieta.
Los adultos mayores del grupo “Anacaona” bailan merengue y mangulina con tanto ánimo que no dejan espacio a otro atractivo.
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